¡¡Feliz día del padre!!
DE JOSE LUIS PIETRO.
Hay un momento en la vida, en el que los padres nos quedamos «huérfanos» de nuestros hijos.
Los
chicos crecen sin pedir permiso a la vida, con una estridencia alegre y
a veces, con una alardeada arrogancia. Pero no crecen todos los días,
crecen de repente.
Un día, se sientan junto a ti y con una increíble naturalidad, te
dicen cosas que te indican que aquella criatura de pasitos temblorosos e
inseguros que hasta ayer necesitaba pañales, ya creció.
¿Cuándo creció?… No me he dado ni cuenta.
¿Dónde quedaron las fiestas infantiles, los juegos en la arena, los cumpleaños con payasos?
Crecieron
en un ritual de obediencia orgánica y desobediencia civil y ahora estás
ahí, en la puerta de la disco, esperando ansioso que salga y sin
problemas… Pero no estás solo, hay toda una fila de «padres y madres
taxistas» esperando a sus hijas e hijos para llevarlos a casa.
Vaya escena, por un lado están nuestros hijos, entre hamburguesas y
gaseosas; con el uniforme de su generación y sus incómodas mochilas en
la espalda. Y, por otro, estamos nosotros, con el pelo cano por la edad y
por el silencioso sufrimiento…
Y son nuestros hijos; a los que amamos a pesar de los golpes de las
modas, de las escasas noches de paz, de las malas noticias y la
dictadura de los horarios. Crecieron observando y aprendiendo de
nuestros errores y nuestros aciertos; principalmente de los errores que
esperamos no repitan…
Y nos cansamos de ir detrás de ellos de un lado para otro, hasta que,
de pronto, no sabemos cómo, nos quedamos «huérfanos» de hijos. Ya no
tenemos que ir a buscarlos a las puertas de las discotecas y los cines.
Ya no tenemos que llevarlos ni recogerlos de la clase de música, del
fútbol, el ballet o la natación. Salieron del asiento de atrás y se
sentaron al volante de sus propias vidas.
Quizás debimos haber pasado más tiempo respirando conversaciones y
confidencias entre las sábanas de la infancia; o cuando eran
adolescentes, ¿Por qué no pasamos más tiempo con ellos en sus
habitaciones cubiertas de posters, agendas coloridas y música
ensordecedora?
Ahora ya es tarde, crecieron sin que invirtiéramos en ellos nuestro tiempo y afecto.
Al principio nos acompañaban al campo, a la playa, a la piscina y
reuniones con amigos y familiares. Compartíamos la Navidad y los días
festivos, había peleas en el auto por sentarse al lado de la ventanilla,
por los chicles y por escuchar la música de moda. Pero llegó el tiempo
en el que viajar con los padres se transformó en esfuerzo y
aburrimiento, no podían dejar a sus amigos o sus primeros amores. Y los
padres quedamos totalmente marginados por nuestros hijos. Por fin
teníamos la tranquilidad que siempre habíamos deseado… aunque no era
como habíamos soñado.
Ahora los miramos de lejos, casi siempre en silencio, esperando que
elijan bien en la búsqueda de la felicidad y encuentren su lugar en la
vida, de la manera menos complicada posible.
En cualquier momento nos darán nietos. Los nietos serán para nosotros
la oportunidad de brindar cariño y ternura sin tener que hacer nada. No
tenemos que educar, corregir, disciplinar… Eso se acabó, ahora nos toca
simplemente amar generosamente, sin límites, porque quizás es nuestra
última oportunidad de amar sin pensar en nada más.
Así somos y así vivimos, pero personalmente creo que es posible que
lo que ahora tratamos de hacer con nuestros nietos lo hubiéramos hecho
con nuestros hijos, antes de que crecieran demasiado. Estoy seguro de
que no estamos obligados a ser padres mediocres y abuelos maravillosos;
podemos ser buenos padres y buenos abuelos.
«Solo aprendemos a ser hijos, después de ser padres y
solo aprendemos a ser padres, después de ser abuelos… es como si solo
aprendiéramos a vivir, después de que la vida pasó»